Como un niño, que aprende a clamar antes de amar, y a llorar antes que a orar, así soy yo.

sábado, 14 de febrero de 2009

Familiaris Consortio V


e) Divorciados casados de nuevo
La experiencia diaria enseña, por desgracia, que quien ha recurrido al divorcio tiene normalmente la intención de pasar a una nueva unión, obviamente sin el rito religioso católico. TratTamaño de fuenteándose de una plaga que, como otras, invade cada vez más ampliamente incluso los ambientes católicos, el problema debe afrontarse con atención improrrogable. Los Padres Sinodales lo han estudiado expresamente. La Iglesia, en efecto, instituida para conducir a la salvación a todos los hombres, sobre todo a los bautizados, no puede abandonar a sí mismos a quienes —unidos ya con el vínculo matrimonial sacramental— han intentado pasar a nuevas nupcias. Por lo tanto procurará infatigablemente poner a su disposición los medios de salvación.Los pastores, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones. En efecto, hay diferencia entre los que sinceramente se han esforzado por salvar el primer matrimonio y han sido abandonados del todo injustamente, y los que por culpa grave han destruido un matrimonio canónicamente válido. Finalmente están los que han contraído una segunda unión en vista a la educación de los hijos, y a veces están subjetivamente seguros en conciencia de que el precedente matrimonio, irreparablemente destruido, no había sido nunca válido.
En unión con el Sínodo exhorto vivamente a los pastores y a toda la comunidad de los fieles para que ayuden a los divorciados, procurando con solícita caridad que no se consideren separados de la Iglesia, pudiendo y aun debiendo, en cuanto bautizados, participar en su vida. Se les exhorte a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la Misa, a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad en favor de la justicia, a educar a los hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios. La Iglesia rece por ellos, los anime, se presente como madre misericordiosa y así los sostenga en la fe y en la esperanza.La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura reafirma su práxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez. Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía. Hay además otro motivo pastoral: si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio.

La reconciliación en el sacramento de la penitencia —que les abriría el camino al sacramento eucarístico— puede darse únicamente a los que, arrepentidos de haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo, están sinceramente dispuestos a una forma de vida que no contradiga la indisolubilidad del matrimonio. Esto lleva consigo concretamente que cuando el hombre y la mujer, por motivos serios, —como, por ejemplo, la educación de los hijos— no pueden cumplir la obligación de la separación, «asumen el compromiso de vivir en plena continencia, o sea de abstenerse de los actos propios de los esposos».

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Actuando de este modo, la Iglesia profesa la propia fidelidad a Cristo y a su verdad; al mismo tiempo se comporta con espíritu materno hacia estos hijos suyos, especialmente hacia aquellos que inculpablemente han sido abandonados por su cónyuge legítimo.
La Iglesia está firmemente convencida de que también quienes se han alejado del mandato del Señor y viven en tal situación pueden obtener de Dios la gracia de la conversión y de la salvación si perseveran en la oración, en la penitencia y en la caridad.



Los privados de familia.
Deseo añadir una palabra en favor de una categoría de personas que, por la situación concreta en la que viven —a menudo no por voluntad deliberada— considero especialmente cercanas al Corazón de Cristo, dignas del afecto y solicitud activa de la Iglesia, así como de los pastores.
Hay en el mundo muchas personas que desgraciadamente no tienen en absoluto lo que con propiedad se llama una familia. Grandes sectores de la humanidad viven en condiciones de enorme pobreza, donde la promiscuidad, la falta de vivienda, la irregularidad de relaciones y la grave carencia de cultura no permiten poder hablar de verdadera familia. Hay otras personas que por motivos diversos se han quedado solas en el mundo. Sin embargo para todas ellas existe una «buena nueva de la familia».Teniendo presentes a los que viven en extrema pobreza, he hablado ya de la necesidad urgente de trabajar con valentía para encontrar soluciones, también a nivel político, que permitan ayudarles a superar esta condición inhumana de postración. Es un deber que incumbe solidariamente a toda la sociedad, pero de manera especial a las autoridades, por razón de sus cargos y consecuentes responsabilidades, así como a las familias que deben demostrar gran comprensión y voluntad de ayuda.
A los que no tienen una familia natural, hay que abrirles todavía más las puertas de la gran familia que es la Iglesia, la cual se concreta a su vez en la familia diocesana y parroquial, en las comunidades eclesiales de base o en los movimientos apostólicos. Nadie se sienta sin familia en este mundo: la Iglesia es casa y familia para todos, especialmente para cuantos están fatigados y cargados.



He querido subrayar dos aspectos importantes de la solicitud maternal de la Iglesia, uno que afecta a los fieles principalmente, referido a la disposición de éstos clara y nítida de no romper la Alianza, es decir, de mantenerse en la fidelidad a Cristo, por tanto es El antes que cualquier alianza instaurada por un nuevo matrimonio. Y otra, especialmente dirigida a la propia Iglesia, en el sentido de declarla la casa y familia de los que están fatigados y cargados, lo que le obliga a buscar a todos para darles cariño y exigencia de familia.


La experiencia de los que han pasado por estos caminos tortuosos del divorcio sin culpa, y de un nuevo matrimonio, con hijos, demuestra que se puede vivir en castidad, como hermanos, por la gracia de Dios, y por el bien de los hijos, y comulgar a menudo, después de pedir perdón en el sacramento de la confesión, siempre que no cause escándalo, por lo que se deberán mantener unas disposiciones que el párroco en unión con el Obispo podrán dar curso. Los que no tienen hijos deberían separarse y vivir separadamente para evitar tentaciones, según el consejo de su director espiritual. Los que no quieren apartarse de la pareja, pueden si viven en la oración, la penitencia, la asistencia, sin comulgar, a la Sgda. Eucaristía, la lectura espiritual y realizando obras de caridad, llegar a conseguir la gracia y salvarse.

viernes, 13 de febrero de 2009

Mahatmagandhi61aniv

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Familiaris consortio IV










Unos están casados y no pueden recibir los sacramentos, y otros separados o divorciados y sí. Así que no montemos el número con las cuestiones doctrinales, pues lo importante para la Iglesia es el compromiso coherente con la elección de vida cristiana. Mañana hablaremos de la muy dificultosa situación de los casados de nuevo tras un divorcio. Se están refiriendo a la Comunión sacramental, y la Confesión mientras no hay intención de cambio, propósito de la enmienda, pero no al resto de sacramentos, como se ha interpretado siempre.






e) Católicos unidos con mero matrimonio civil
Es cada vez más frecuente el caso de católicos que, por motivos ideológicos y prácticos, prefieren contraer sólo matrimonio civil, rechazando o, por lo menos, diferiendo el religioso. Su situación no puede equipararse sin más a la de los que conviven sin vínculo alguno, ya que hay en ellos al menos un cierto compromiso a un estado de vida concreto y quizá estable, aunque a veces no es extraña a esta situación la perspectiva de un eventual divorcio. Buscando el reconocimiento público del vínculo por parte del Estado, tales parejas demuestran una disposición a asumir, junto con las ventajas, también las obligaciones. A pesar de todo, tampoco esta situación es aceptable para la Iglesia. La acción pastoral tratará de hacer comprender la necesidad de coherencia entre la elección de vida y la fe que se profesa, e intentará hacer lo posible para convencer a estas personas a regular su propia situación a la luz de los principios cristianos. Aun tratándoles con gran caridad e interesándoles en la vida de las respectivas comunidades, los pastores de la Iglesia no podrán admitirles al uso de los sacramentos.






d) Separados y divorciados no casados de nuevo
Motivos diversos, como incomprensiones recíprocas, incapacidad de abrise a las relaciones interpersonales, etc., pueden conducir dolorosamente el matrimonio válido a una ruptura con frecuencia irreparable. Obviamente la separación debe considerarse como un remedio extremo, después de que cualquier intento razonable haya sido inútil.
La soledad y otras dificultades son a veces patrimonio del cónyuge separado, especialmente si es inocente. En este caso la comunidad eclesial debe particularmente sostenerlo, procurarle estima, solidaridad, comprensión y ayuda concreta, de manera que le sea posible conservar la fidelidad, incluso en la difícil situación en la que se encuentra; ayudarle a cultivar la exigencia del perdón, propio del amor cristiano y la disponibilidad a reanudar eventualmente la vida conyugal anterior.Parecido es el caso del cónyuge que ha tenido que sufrir el divorcio, pero que —conociendo bien la indisolubilidad del vínculo matrimonial válido— no se deja implicar en una nueva unión, empeñándose en cambio en el cumplimiento prioritario de sus deberes familiares y de las responsabilidades de la vida cristiana. En tal caso su ejemplo de fidelidad y de coherencia cristiana asume un particular valor de testimonio frente al mundo y a la Iglesia, haciendo todavía más necesaria, por parte de ésta, una acción continua de amor y de ayuda, sin que exista obstáculo alguno para la admisión a los sacramentos.

jueves, 12 de febrero de 2009

Familiaris Consortio III



Continuamos con la Encíclica. Al dar trato de favor a esas uniones, mediante un registro especial habilitado, se volvía a encontrar situaciones de hecho que no eran tratadas de favor por falta de registro. Y así sucesivamente. Luego vino la unión de homosexuales. Equiparación. Ya llegará el matrimonio con animales. Y ... toda una caricatura del matrimonio. Todo por no aceptar la naturaleza humana y el matrimonio como célula primordial de la sociedad.

b) Uniones libres de hecho

Se trata de uniones sin algún vínculo institucional públicamente reconocido, ni civil ni religioso. Este fenómeno, cada vez más frecuente, ha de llamar la atención de los pastores de almas, ya que en el mismo puede haber elementos varios, actuando sobre los cuales será quizá posible limitar sus consecuencias. En efecto,


-algunos se consideran como obligados por difíciles situaciones —económicas, culturales y religiosas— en cuanto que, contrayendo matrimonio regular, quedarían expuestos a daños, a la pérdida de ventajas económicas, a discriminaciones, etc.


- En otros, por el contrario, se encuentra una actitud de desprecio, contestación o rechazo de la sociedad, de la institución familiar, de la organización socio-política o de la mera búsqueda del placer.


-Otros, finalmente, son empujados por la extrema ignorancia y pobreza, a veces por condicionamientos debidos a situaciones de verdadera injusticia, o también por una cierta inmadurez psicológica que les hace sentir la incertidumbre o el temor de atarse con un vínculo estable y definitivo. En algunos países las costumbres tradicionales prevén el matrimonio verdadero y propio solamente después de un período de cohabitación y después del nacimiento del primer hijo.



Cada uno de estos elementos pone a la Iglesia serios problemas pastorales, por las graves consecuencias religiosas y morales que de ellos derivan (pérdida del sentido religioso del matrimonio visto a la luz de la Alianza de Dios con su pueblo, privación de la gracia del sacramento, grave escándalo), así como también por las consecuencias sociales (destrucción del concepto de familia, atenuación del sentido de fidelidad incluso hacia la sociedad, posibles traumas psicológicos en los hijos y afirmación del egoísmo).



Los pastores y la comunidad eclesial se preocuparán por conocer tales situaciones y sus causas concretas, caso por caso; se acercarán a los que conviven, con discreción y respeto; se empeñarán en una acción de iluminación paciente, de corrección caritativa y de testimonio familiar cristiano que pueda allanarles el camino hacia la regularización de su situación. Pero, sobre todo, adelántense enseñándoles a cultivar el sentido de la fidelidad en la educación moral y religiosa de los jóvenes; instruyéndoles sobre las condiciones y estructuras que favorecen tal fidelidad, sin la cual no se da verdadera libertad; ayudándoles a madurar espiritualmente y haciéndoles comprender la rica realidad humana y sobrenatural del matrimonio-sacramento. El pueblo de Dios se esfuerce también ante las autoridades públicas para que —resistiendo a las tendencias disgregadoras de la misma sociedad y nocivas para la dignidad, seguridad y bienestar de los ciudadanos— procuren que la opinión pública no sea llevada a menospreciar la importancia institucional del matrimonio y de la familia. Y dado que en muchas regiones, a causa de la extrema pobreza derivada de unas estructuras socio-económicas injustas o inadecuadas, los jóvenes no están en condiciones de casarse como conviene, la sociedad y las autoridades públicas favorezcan el matrimonio legítimo a través de una serie de intervenciones sociales y políticas, garantizando el salario familiar, emanando disposiciones para una vivienda apta a la vida familiar y creando posibilidades adecuadas de trabajo y de vida.





miércoles, 11 de febrero de 2009

Familiaris consortio II



"En su solicitud por tutelar la familia en toda su dimensión, no sólo la religiosa, el Sínodo no ha dejado de considerar atentamente algunas situaciones irregulares, desde el punto de vista religioso y con frecuencia también civil, que —con las actuales y rápidas transformaciones culturales— se van difundiendo por desgracia también entre los católicos con no leve daño de la misma institución familiar y de la sociedad, de la que ella es la célula fundamental.


a) Matrimonio a prueba

Una primera situación irregular es la del llamado «matrimonio a prueba» o experimental, que muchos quieren hoy justificar, atribuyéndole un cierto valor. La misma razón humana insinúa ya su no aceptabilidad, indicando que es poco convincente que se haga un «experimento» tratándose de personas humanas, cuya dignidad exige que sean siempre y únicamente término de un amor de donación, sin límite alguno ni de tiempo ni de otras circunstancias.


La Iglesia por su parte no puede admitir tal tipo de unión por motivos ulteriores y originales derivados de la fe. En efecto, por una parte el don del cuerpo en la relación sexual es el símbolo real de la donación de toda la persona; por lo demás, en la situación actual tal donación no puede realizarse con plena verdad sin el concurso del amor de caridad dado por Cristo. Por otra parte, el matrimonio entre dos bautizados es el símbolo real de la unión de Cristo con la Iglesia, una unión no temporal o «ad experimentum», sino fiel eternamente; por tanto, entre dos bautizados no puede haber más que un matrimonio indisoluble.


Esta situación no puede ser superada de ordinario, si la persona humana no ha sido educada —ya desde la infancia, con la ayuda de la gracia de Cristo y no por temor— a dominar la concupiscencia naciente e instaurar con los demás relaciones de amor genuino. Esto no se consigue sin una verdadera educación en el amor auténtico y en el recto uso de la sexualidad, de tal manera que introduzca a la persona humana —en todas sus dimensiones, y por consiguiente también en lo que se refiere al propio cuerpo— en la plenitud del misterio de Cristo.


Será muy útil preguntarse acerca de las causas de este fenómeno, incluidos los aspectos psicológicos, para encontrar una adecuada solución".
Yo me pregunto, si en ese amor no se contempla el futuro en acto del presente, ¿como puede ser amor confiado?. No sólo no resulta, sino que desde el principio tiene voluntad de no establecerse, pues que sólo una autoridad superior nos puede dar ese sentido de permanencia de la vida de cada uno, aunque no sepamos el futuro, pues por nosotros mismos no podemos confiar en el yo o en el tu mío o en el nosotros dos.

martes, 10 de febrero de 2009

FAMILIARIS CONSORTIO I




Probablemente lo que expongo ahora a más de uno le molestará.


El profesor de sociología de la Universidad de Virginia, Wilcox ha hecho un estudio sobre la influencia del cristianismo en las parejas. He aquí una de sus conclusiones: “Este expediente proporciona una serie de evidencias que indican que la religión es una respuesta a la problemática masculina - esa es, la tendencia de los padres de llegar a separarse, emocional o físicamente de sus hijos y las madres de sus hijos. Encuentro que los padres cristianos, y que tienen amigos que son cristianos tienden - en promedio - a tener matrimonios felices, a ser más comprometidos, ser padres cariñosos, casarse y mantenerse casado con la madre de sus hijos.


Comienzo un pequeño recorrido por las partes finales del documento Familiaris Consortio, de nuestro anterior Papa, relativas a las situaciones difíciles del matrimonio. Esta primera podría denominarse control de la natalidad. Los ciclos naturales de la mujer, cada vez mejor estudiados, llevan a una abstinencia sana en los periodos infértiles (80%). Así lo propone la Iglesia. Frutos: valores espirituales, serenidad, rechazo del egoismo, enemigo del verdadero amor, y la responsabilidad.



FAMILIARIS CONSORTIO, Juan PabloII, 22.11.1981

“Pablo VI, con intuición profunda de sabiduría y amor, no hizo más que escuchar la experiencia de tantas parejas de esposos cuando en su encíclica (Humanae Vitae) escribió: «El dominio del instinto, mediante la razón y la voluntad libre, impone sin ningún género de duda una ascética, para que las manifestaciones afectivas de la vida conyugal estén en conformidad con el orden recto y particularmente para observar la continencia periódica. Esta disciplina, propia de la pureza de los esposos, lejos de perjudicar el amor conyugal, le confiere un valor humano más sublime. Exige un esfuerzo continuo, pero, en virtud de su influjo beneficioso, los cónyuges desarrollan integralmente su personalidad, enriqueciéndose de valores espirituales: aportando a la vida familiar frutos de serenidad y de paz y facilitando la solución de otros problemas; favoreciendo la atención hacia el otro cónyuge; ayudando a superar el egoísmo, enemigo del verdadero amor, y enraizando más su sentido de responsabilidad. Los padres adquieren así la capacidad de un influjo más profundo y eficaz para educar a los hijos».”

lunes, 9 de febrero de 2009

LLORAR Y AMAR, CLAMAR Y ORAR




La Rosa Mística; llora desde el 8 VIII 83, a las 3PM, en la casa de la Sra. María Lindens-Schroder, Konig Albertlaan 115, en Maasmechelen (Bélgica).
Estatua #B-1867.

La Santísima Virgen lloró, y lloró mucho!! María lloró en su vida terrena y lo que es mas admirable todavía,


La Virgen llora en La Salette


La Virgen llora sangre en Civitavecchia

que aunque está ya en el cielo gozando de la promesa de consolación, ella continúa llorando por nosotros y por las ofensas que nosotros los hombres cometemos en contra de su Hijo. En La Salette, a mediados del siglo pasado en un período durante el cual el cristianismo en Francia afronta una creciente hostilidad. Lloró en Fátima, cuando los niños describen la tristeza de la Virgen al hablar de cuan ofendido es Dios por los pecados y muestra a los pastorcitos el horror del infierno y cuantas almas están yendo a el. En Lourdes se ha aparecido llorando, apenada y dolorosa, exhortando a la penitencia para evitar las tragedias y castigos a la humanidad. Y en Siracusa, al final de la segunda guerra mundial, quiso obrar el singular milagro de que una sencilla imagen llorara lágrimas reales que se pudieron observar y ver, y lo que es mas prodigioso, recoger y analizar, comprobándose que realmente se trataba de lágrimas de la misma composición que las lágrimas humanas.

También en ese período llora la imagen de la Virgen de Czestochowa, Polonia. En Civitavecchia, pequeña ciudad en las afueras de Roma, solo hace unos pocos años, una imagen de la Virgen de Medjugorje, lloró Sangre, milagro que fue oficialmente reconocido por el obispo de la diócesis. Muchas imágenes de la Rosa Mística han manifestado lacrimaciones de agua y de sangre.

En un pueblo a 40 Km de Bucarest, que se llama Leyca noua, existe un icono de la Virgen que llora y al que acudí, llamado por nuestra Madre, al ver su testimonio en you tube. He compuesto este pequeño relato de aquel momento:

LA LLAMADA DE LA AMADA


Había recibido la noticia de su próximo encuentro, paloma mensajera del olivo, de su serena y amada majestuosidad. Mi corazón ardía de esperanza. Se turbaba de no ser capaz de expresar su sintonía, su apagada timidez le revelaba. No tenía bienes que darle, no tenía nada. Sólo su mirada de alegría en la miseria, ojos limpios y claros de cristal en cercanía de lontananza, y la humildad de su pedido, reclamando mi presencia en lejanía, viniendo a mí sin yo elegirla.

Rodolfo sabía que la paciencia todo lo alcanza, por lo que decidió saborear el momento de la llegada al jardin, mientras perdido iba cuando cruzaba el enjambre de espinas y batallas. Había errado pensando que más fácil sería localizar el lugar de encuentro con su amada. Ella le esperaría, nada haría perder su confianza.

Al llegar, por fin, no la veía, miraba sin poder ser yo quien la admirara, pero ella humilde le esperaba y le abrió los brazos de su alma y llenó de paz y amor, suavemente, su presencia, envolviendo su olor en la fragancia del amor apasionado hasta la cumbre, hasta la cruz de febrero en la montaña. Y ella le sonrió, con su lágrima apagada en la pestaña, entregando su amor allá en la ventana, de terciopelos, vestida y acariciada. Y de abejas se llenó el panal de mil enjambres, empalagando de frescura la mirada, y sólo fue un momento, pero ¡ay madre!, que belleza se postró ante sus ojos. El amor sin mancha y loco de cordura ya que Dios todo lo puede, y que El sólo nos basta, y a quien lo tiene …ni la belleza más sublime, ni la pureza, ¡nada le falta!.

Volviéndose en sí Rodolfo, vió los niños que merodeaban, pidiendo una limosna para sus padres, ya que ellos ricos eran de alegría y semblanza, pero yo me percaté que uno de ellos era, y pedía que me dieran ellos de su mirada.

Y volviendo alegre por los caminos llanos, encontré el final de mis andanzas, saciado de amor y de alegría, del encuentro personal con mi madre amada, en el sagrario de la aldea de niños abandonados a su suerte, como perros que ladran en manada.
 
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