Como un niño, que aprende a clamar antes de amar, y a llorar antes que a orar, así soy yo.

miércoles, 27 de mayo de 2009

El Rosario de mi abuela



Mi abuela me regaló el día de mi Primera Comunión un Rosario. ¿Qué será de él?. Seguro que forma parte de la colección de Rosarios que tiene mi madre en una pared de su cuarto. Ella, mi única abuela que llegué a conocer, Manuela, era muy religiosa. Todos sus hijos y yernos, y nietos, que llegábamos a ser más de cincuenta, veníamos a verla un mes del verano de cada año, todos juntos, en Burgos. Allí empecé a montar en bici, a conocer los galgos, a enarmorarme de una prima, hoy importante política, a recitar el Credo (Mi abuela se sentaba en una silla en las inmediaciones de la puerta del jardín, y alguien me dijo estos caramelos los da la abuela si aprendes el Credo, y en un santiamén, lo aprendí y lo recité de carrerilla, supongo ante la atónita mirada de ella, aunque yo casi ni me atrevía a mirarla, de lo autoritaria y seria que era, muy mayor, por ser mi padre el más joven de sus hijos. Tambien aprendí a rezar el Rosario, con las rodillas en tierra en el Primer Misterio y las letanías, que quedaban las señales de las alfombras de esparto que se usaban. Vino a mi Primera Comunión, como decía antes, y me regaló, sin decirme ni pio, un Rosario. Se me quedó mirando y yo a ella. Fueron momentos trascendentales. Nunca me olvido de su expresión seria. A mi me prepararon de un modo significativamente rápido lo que era la solemnidad de la celebración. Yo sabía qué era, pero no cómo. Así que me dijeron de corrido qué debía decir: Renuncio a Satanás a sus pompas y a sus obras... a mí todo eso me parecía un sinsentido. Yo acabé diciendo Renuncio a Satanás a sus pompas y a sus compas. Una risa al unísono debió oirse, pero yo no me enteré. Le pedí a Jesús por mis hermanos y mis padres. Aprendí que debía pedir muchas cosas. Tenia siete años. La Seño, la que nos ayudaba a criarnos, me dice que un dia en San Sebastian, yo con cuatro años, crucé sin avisar la calle y me dirigí a un fraile, le cogía la cruz atada a la cintura, con una especie de Rosario ceñido a la cintura, y lo besé, sin decir nada, y me volví a mi sitio, eso sí cruzando una calle. (Entonces no circulaban muchos coches, claro). ¿Qué es lo que hace que haga estas cosas un niño pequeñin?. ¿Por qué rezo siempre por las noches el Jesusito de mi vida, sabiendo que le agrada a Jesús y se lo hago rezar a mis hijos?. La Tradición es algo esencial en el Cristianismo. No se puede perder de vista que la fe se transmite por tradición oral. Algunos se les infunde el Espíritu Santo de un modo especial, en otros actua silenciosamente, pero no por ello, de un modo menos efectivo. La Comunión de los Santos es eso. Unos ayudan de un modo, otros de otro, pero todos se benefician de las acciones que realizamos. Tambien los pecados nos perjudican a todos. Pero sabemos que Cristo ha vencido el pecado. Somos Cuerpo de Cristo. Cuando Dios quiere hace de nosotros un apoyo especial de su acción, pero siempre actúa. Sólo que a veces nos ocupamos tanto de nosotros mismos que no le vemos, pero incluso entonces actúa. Otras veces nos depura de ese modo nuestro amor, que es el que mide nuestra cercanía a Dios. Yo creo que mi vocación es la de un locuelo que ama mucho a Jesús, a pesar de los pesares. Y seguiré haciendo el juglar de Dios, estando en su Presencia. Sin su Presencia me muero de aburrimiento.
 
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